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viernes, 27 de mayo de 2022

Sociedades que enferman, mentes enfermas.

 

Salud Mental

 

Los aspectos sociales negados

 en los modelos vigentes.


Desde el punto de vista de los desarrollos territoriales y del conocimiento situado desde el cual exponemos los aportes de las actuales tendencias en cuánto a los aportes Técnico-científico y tecnológico, abordamos las diferentes interpretaciones que, a los conocimientos científicos y médicos, las actuales neurociencias han contribuido ha problematizar en áreas que refieren a la salud mental de las poblaciones y de sus tratamientos y modelos de pensar los padecimientos e intentos de terapia.

La producción de conocimientos suele, en el transcurrir del tiempo, invertir el sentido de su origen, transformando en conocimiento, el resultado de una práctica que muchas veces lo obstruye en tanto pierde su carácter de movimiento y el sentido praxiológico que debe imbuirle. Esto es, entenderlo en cada clínica como hipótesis y no como saber instalado.

Uno de los problemas parte de la particular posición que asume el “especialista” en el momento de la clínica al enfrentarse a la persona que asiste a su consulta. En su formación, el especialista ha sido imbuido de una serie de prácticas y modelos teóricos que le permite “categorizar” el padecimiento de la persona que viene a su consulta, en relación a su propia y particular percepción de lo que esta sucediendo y a la propia y particular percepción de quien asiste al “profesional” en busca de ayuda.

La complejidad del asunto no significa complicación o dificultad en tanto se tenga perfectamente claro los elementos que entran en juego:

1.- La persona en tanto tal

2.- La persona en tanto padeciente

3.- Las categorías o modelos teórícos

4.- Los signos y los síntomas detectados en la clínica

5.- Los signos y síntomas que deben ser indagados con mas profundidad

6.- El diagnostico

7.- La terapia o terapéutica

8.- Los roles de los actores

9.- El marco institucional y legal en el que se inscribe la clínica.

En estos elementos distinguibles en las relaciones que se establecen en la clínica (consulta) aparecen elementos facilitadores y distorcivos, respecto a la posibilidad de acceder a algún conocimiento que permita identificar lo mejor que sea posible, el padecimiento al que la persona se esta enfrentando, y las herramientas terapéuticas con las que el profesional cuenta y dispone.

“El hecho clínico ocurre en un determinado contexto sociocultural, dentro del marco institucional pertinente (cónsultorio, servicio hospitalario, etc.). Es imposible atender debidamente a un paciente, de manera válida y confiable, sin tener como sostén un marco referencial constituido por: Una base psicopatológica amplia Conocimiento de los fundamentos científicos de la terapéutica y de las reglas de aplicación de sus componentes Adecuado manejo de los aspectos institucionales Comprensión de los elementos sociales y culturales indispensables Hete aquí, pues que la clínica, esa vida de lo particular en el vínculo único e irrepetible del encuentro médico-paciente, en algún espacio, inscripto dentro de la parábola histórica del acontecer temporal; la clínica digo, no es sin el conocimiento general de la psicopatología y la terapéutica. La inclusión de lo singular en lo general y la vuelta para cumplir su misión es parte de una espiral interminable.”1

El asunto aquí es que hay que lidiar con una expectativa preconcebida, que coloca al profesional en el sujeto de saber. Es decir que es el que tiene que saber que le pasa a la persona y porque padece lo que padece y como lo padece. Pero al mismo tiempo, el profesional se asume así mismo como ese “sujeto de supuesto saber”, de otro modo no sería posible ninguna ayuda real y consciente (mucho menos responsable de lo que en esa relación Profesional /padeciente, suceda).

Las prácticas repetidas en el tiempo e instaladas como “métodos” o “mejores prácticas” casi siempre resultan en la inversión del orden de los procesos que les han dado origen (No del orden “natural” o de cualquier categorización que lo fije a una posición absoluta o de “verdad” incuestionable, sino del orden en que se ha dado el proceso que definió esa metadología o ese orden). El resultado deviene en verdad, desde antes de la hipótesis que lo gesto ¿Y si las condiciones originales hubieren cambiado? Signados por el resultado, aún y cuándo se perciba la pérdida de utilidad o efectividad de algún tratamiento, se produce allí una dificultad agregada respecto a que las formas de pensar impiden la detección de las señales, signos y síntomas del padecimiento, al someterse a la persona a los resultados “ya sabidos”.

Esto en cuestiones de salud mental es mucho mas ostensible y frena mucho desarrollo positivo respecto a la comprensión multicausal que produce los efectos (Signos y síntomas) que se involucran en alguna de las categorías diagnósticas de los padecimientos mentales.

“Tradicionalmente imperó en la psiquiatría el criterio de jerarquía diagnóstica. Con el DSM paulatinamente se fueron introduciendo criterios de coexistencia sindromológica (comorbilidad diagnóstica), un poco en aras de un mayor realismo, tendiente a captar condiciones clínicas multifacéticas y heterogéneas. Sin embargo, la profusa conjunción de comorbilidades, justifica, en ocasiones, las críticas de quienes señalan la inconsistencia de determinados diagnósticos y ven en esta circunstancia una muestra de la falta de rigor de las categorías creadas por las actuales construcciones. Una agenda racional de investigaciones alimenta la expectativa en el sentido que, al fin de la presente década, tanto el DSM V, como la CIE 11, nos permitan contar con criterios más validos y confiables que los actuales. Esa es la dirección lógica del progreso en la materia. También que ambos instrumentos alcancen una sólida compatibilización. Debemos luchar firmemente, para que los logros en la estandarización de procedimientos no se utilicen inapropiadamente. Esto es, dejando de lado, por múltiples y variadas razones la humanización del quehacer en salud. Esa propiedad ineludible del abordaje clínico. Tener presente que la salud está en el centro del desarrollo del hombre y que sin un conocimiento profundo acerca de lo humano, sin una actitud coherente con ello, las ciencias de la salud irán tras de la sobrevida, olvidando la naturaleza del vivir, la calidad de la vida, el bienestar personal, familiar y colectivo. Esperemos que las próximas décadas vengan sustentadas sobre un trípode donde se afirme la salud: avance tecnológico, rehumanización de las prácticas, participación y equidad de acceso para todos los miembros de la sociedad.”2

La cuestión aquí reside en ese orden perdido de los procesos que dan origen a los conocimientos.

En una categoría diagnóstica se supone la descripción y sistematización de las experiencias clínicas en casos que revisten similitudes y que la experiencia terapéutica ha resultado en buenas experiencias frente a esos casos parecidos. La capacidad de distinguir mas, por medio de la mejora de herramientas para diagnóstico, en estos tiempos con el especial aporte de los estudios por imágenes facilitados por la teconología digital informática y la articulación de la internet como medio de comunicación que permite mayor conocimiento y experiencia compartida de parte de los profesionales y centros de investigación, producen un aumento de la capacidad diagnóstica, que no siempre es acompañada por criterios que registren la novedad como “herramientas” y no como confirmación de teorías y formas ya instaladas, sino mas bien como aspectos ampliados de situaciones clínicas que invitan a nuevas revisiones de las bases objetivas con las cuales las teorías se instalan como métodos o formas.

Al mismo tiempo, el financierismo globalizador somete todos estos procesos a los intereses de quienes financian las investigaciones o las adopciones de nuevas herramientas para los diagnósticos y modifican las prácticas clínicas sin demasiada revisión crítica respecto a las teorías que allí se aplican.

El creciente recurso de la farmacología, tampoco es revisado a la luz de tanto “efecto colateral” no deseado que se desdeña o registra a regañadientes dado el negocio que financia la mayor parte de las experiencias en investigación.

El otro aspecto clave es la incomprensión de parte de los profesionales de la salud es su resistencia a abordar el aspecto social, ya no como parte de una teoría que intente la adaptación de las personas con padecimientos mentales a la vida social o a mejorar sus relaciones inter-personales, sino como “emergentes” de situaciones sociales cuyas particulares condiciones mentales les impiden o provocan parte de los signos y síntomas por los cuales se ven impedidos de realizar una vida menos sufrida en relación con sus seres queridos y sus entornos afectivos primordialemente y con las exigencias y ritos sociales en general. Primordialmente esto se debe a que su “profesión” recibe desde la formación un enfoque “personalista”. Lo social es como el marco de la situación. No se concibe a la persona en sus vínculos con una sociedad que ademas, define esa relación clínica profesional/padeciente por la cual se acude al profesional para intentar buscar ayuda en casos de padecimientos mentales o trastornos de la conducta en general.


El principio rector del cuidado de la persona y del cuidado de los otros (Que el padeciente no termine haciendo padecer a otros), no debe extinguir el entramado social en el que estas situaciones se dan.

¿Que cambió en las sociedades neoliberales y en los procesos de financiarización de la vida social, con respecto a las apariciones de nuevas conductas consideradas “desviadas” o patológicas? ¿Porque en algunos casos se percibe una exagerada distinción diagnóstica respecto a las conductas cuándo estas no revisten mayores dificultades salvo por aquello de no adecuarse a los “patrones de normalidad” de la sociedad?

Lo que se intenta aquí es llamar la atención sobre aspectos que se sobredimensionan o desestiman respecto a las modificaciones de las conductas personales que, indefectiblemente son resultado de la interacción social por mas de que se trate de una persona particular con su “mental” particular, ya sea que le produzca padecimientos innecesarios o la necesidad de lastimar a otros.

En estos tiempos, los diagnósticos que se inscriben como “Trastornos Límite de la Personalidad” han ido en incremento en los últimos años, junto con ello, desde la psicología clínica se han diversificado, las formas de abordaje y tratamiento. Las investigaciónes al respecto tienen como objetivos analizar y aborda los padecimientos de este tipo según distintas visiones. Desde su respectiva formación y línea de abordaje desde las escuelas Cognitivo-Conductual, Gestalt, Psicoanálisis y Posracionalismo. por mencionar algunas. ¿Cómo entienden el Trastorno Límite de la Personalidad los psicólogos de estas escuelas? Y ¿Cómo abordan el Trastorno Límite de la Personalidad los psicólogos mencionados? Diferentes estudios dan cuenta que entre los principales resultados encontramos desde las cuatro escuelas diferencias teórico-practicas a la hora de entender y abordar el trastorno de personalidad límite, sin embargo, coinciden en desviarse de la visión entregada por el DSM-V, concibiéndolo como un manual psiquiátrico que inscribe y restringe al individuo, las orientaciones suscitan la comprensión del individuo orientado en primera instancia a verlo en su totalidad y subjetividad, dentro de la cual exhiben un funcionamiento particular. Además, el avance del proceso en psicoterapia se consigue estableciendo un vínculo terapeuta-paciente capaz de sostener la conducta desbordante característica de estos, asimismo, predomina el uso de técnicas, sin embargo, a pesar de coincidir en esto, cada escuela posee diversas técnicas características de sus enfoques. 


Lo que queda en evidencia es que tanto la sobredimensión de las categorías diagnósticas, como la falta de encuadre en un marco de deficiencia social explicita respecto de como “emergen” dificultades de las conductas y de la constitución de la personalidad de los sujetos por causas no orgánicas o que no responden a patrones físicos/biológicos, geneticos congénitos o de índole orgánica sino a cierta manera particular de responder a las diferencias que la sociedad va produciendo en sus propias diferenciaciones con tiempo anteriores y con formas de pensar al relaidad común que, lejos de favorecer situaciones de contención, cuidado y no estigmatización de las diferencias, diluye criterios de “normalidad” al mismo tiempo que “cierra” criterios de inclusión/exclusión según patrones cada vez mas concentrados de una realidad que cada vez tiene menos interpretes y mas son los “interpretados”.

Otro ejemplo, que además produce le inconcebible realidad de medicar a niños a edades muy tempranas sin percibir que la misma sociedad actúa como elemento distorcivo de las conductas que luego reprime e intenta “normalizar” por medio de medicación. Me refiero como ejemplo, a la categoría del llamado “Sindrome de hiperactividad”(TDAH)


En sociedades informatizadas, dónde desde temprana edad se estimula a los niños especialmente desde la sensibilidad auidovisual, y se lo somete al uso de pantallas y programas que permiten multifunción (realizar varias tareas la mismo tiempo), se les pretende “aquietar” en un orden “escolar” instalado hace mas de dos siglos, dónde deben permanecer quietos y callados, o disminuir sus ansiedades y centrar atención en una sola cuestión, de manera contradictoria a como vienen siendo estimulados social y familiarmente, en ámbitos, además, dónde los roles se diluyen y las formas familiares y sociales conocidas se desintegran dando lugar a otro tipo de relaciones interpersonales para las cuales nadie esta preparado, en tanto van surgiendo a medida que la sociedad va degradando sus relaciones sociales e interpersonales en aras de un individualismo que impide adaptaciones positivas y conformación de personalidades que puedan adaptarse de buena manera a tanta exigencia individual cuándo siquiera su “individualidad” ha sido medianamente desarrollada.

Del mismo modo, la “individualidad” exacerbada en las sociedades neoliberales actuales, impide que se desarrollen individualidades que perciban su “parcial constitución” en las relaciones que efectivamente constituyen su proceso de individuación, y que por tanto, mucho desequilibrio allí no proviene del individuo sino de una sociedad que exige respuestas y conductas que aún no están en la conciencia común y por ende no pueden ser observadas, repetidas, ponderadas y/o elegidas como parte de las herramientas para separar su “yo” de “otros” y evitar que el “ego” propio o de otros deformen la propia percepción. Esto no aparece en casi ningún abordaje teórico en cuestiones de salud mental y hay que por lo menos comenzar a pensarlo.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


1Consideraciones Introductorias en Clínica, Psicopatología, Nomenclatura y Clasificación. Juan Carlos Ferrali -Subdirector de la Carrera de Especialistas en Psiquiatría. Profesor Titular de Clínica Psiquiátrica. Unidad Docente APSA. Facultad de Medicina UBA. Hojas Clínicas de Salud Mental -

2Op cit. “Conclusiones”

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